martes, 1 de abril de 2008

Στην Ελλάδα


Hoy, a pesar de ser el primer día de trabajo, mi pensamiento y mi sonrisa estaba todavía en Grecia. A pesar del poco tiempo del viaje (apenas 4 días) he disfrutado de un país maravilloso, por su belleza, por su historia, por su color de mar, por su gente y por su lengua.

Una pena que el Acrópolis estuviese llena de andamios y que incluso taparan el templo de Atenea Nike. También que el nuevo museo estuviese aún en preparación (aunque sí tenía una sala didáctica para niños donde arramplé con 20 folletos didácticos sobre la vida cotidiana en la Grecia Antigua).

Aún así, un atardecer en el Cabo Sunio, bajo la atenta mirada del templo de Poseidón y el recuerdo de un Egeo triste que sintió la errónea pérdida de su hijo Teseo, supera toda posible decepción en un viaje de tales características.

Lo novedoso sin duda fue descubrir Égina, una isla a hora y media de Atenas con un aroma y una calidez especial. Perderse por sus calles ha sido una aventura para nunca olvidar.

Mientras saboreo aún entre mis labios un τυρόπιτα exquisito, vuelvo nuevamente a mi habitación silenciosa, llena de fotos de Grecia, para que quitando poco a poco la melancolía piense en Meteora y Turquía, nuevas rutas para el futuro.